El 16 de octubre, el diario El Mundo publicó un artículo de Fernando Sánchez Dragó que es un exabrupto dogmático. Lo transcribo para que veas la magnitud del rebuzno.
«Se que llego tarde, pues fue el pasado jueves cuando una pandilla de dinosaurios borrachos otorgó el Nobel de Literatura a un escritor novel. Tan novel, que nunca ha escrito nada fuera de unas letrillas para canciones tan cursis como un epitalamio de almanaque para chicuelas góticas y tan insulsas como su autor y sus arpegios de laringe de gato. Sí, llego tarde y cuanto se puede decir ya está dicho, pero, aún así, hay hechos tan escandalosos que no llevan fechas de caducidad. También de Hitler y Stalin se ha escrito cuanto cabía escribir y, con todo y con eso seguimos condenándoles. Ocioso es aclarar que no equiparo a los aguardentosos mariachis de Estocolmo patria querida, ni al mediocre guitarrista que tiene un montón de hijos y quizá haya plantado un árbol, pero que jamás ha escrito un libro, con ninguno de los monstruos citados. se trata solo de una hipérbole pedagógica.
Los carcamales de la Academia Sueca han incurrido en un grave insulto a la literatura y en una no menos grave falta de respeto hacia quienes de verdad, con mejor o peor fortuna, la ejercen.
No es la primera vez que el jurado del Nobel hace lo que aquí denuncio, pero nunca había llegado tan lejos. Ni siquiera cuando dieron el premio al cómico Darío Fo, que escritor de verdad no era, pero que al menos había escrito payasadas, astracanadas, diálogos y monólogos que ni pintiparados para el Club de la Comedia. Vargas Llosa y todos sus iguales vivos deberían devolver la titularidad del premio, aunque no el cheque que le acompaña. Año tras año, esos borrachines que a nadie representan, dan su caprichoso espaldarazo a escritores segundones, tercerones, cuarterones y, por lo general, desconocidos con razón, pero con algún que otro título de dudosa importancia en su historia. Año tras año se olvidan de buenos escritores; Murakami, Roth, Auster, Ian McEwan, Martin Amis o, en otros tiempos, Proust, Borges, Graham Greene y Mishima, con alguna que otra excepción, pues equivocarse siempre es imposible, como lo de Vargas Llosa, por volver a citar solo al que ya he citado.
Con Bob Dylan se entra al trapo del mundo de hoy, cuyos mimbres son la frivolidad, la superficialidad, la espectacularidad, el infantilismo y, por supuesto, el relativismo, Acábese ya esta farsa y envíese a los diplodocus del Nobel la colección de la Pleiade traducida al sueco… Pero, ¿sabrán leer?»
¿Qué te ha parecido el vómito?